En las calles de nuestra ciudad, una problemática persiste ante nuestros ojos: los niños que se encuentran en los semáforos, pidiendo dinero y realizando malabares con pelotas, mientras sostienen una cartulina que expresa sus necesidades más básicas. Con una frase sencilla pero conmovedora, «Hola amigos y amigas, con todo respeto, vengo de Chiapas, de un pueblo, pedir un poco de su ayuda, lo que sea su voluntad, gracias, Dios les bendiga», estos pequeños reflejan una realidad dolorosa y desgarradora.
Nos encontramos ante una interrogante que no puede ser ignorada: ¿Dónde están los padres de estos niños? ¿Y dónde se encuentran las autoridades encargadas de proteger sus derechos y velar por su bienestar? Mientras estos pequeños se esfuerzan bajo el ardiente sol, sus voces quedan silenciadas y sus derechos parecen ser ignorados.
Es momento de tomar acción y brindarles una oportunidad de vida digna y esperanza. Estos niños merecen más que unas cuantas monedas arrojadas por las ventanillas de los vehículos. Merecen un hogar seguro, educación, atención médica y la oportunidad de crecer y desarrollarse como seres humanos.
No podemos permitir que esta realidad se convierta en una constante. Como sociedad, debemos unirnos y buscar soluciones. Necesitamos la colaboración de las autoridades para crear programas que atiendan las necesidades de estos niños y brinden un apoyo integral a sus familias. Asimismo, es fundamental concientizar a la población sobre la importancia de no perpetuar esta situación mediante el otorgamiento de limosnas, sino más bien promoviendo acciones que generen cambios reales y duraderos.
Es hora de escuchar la voz de estos pequeños, de devolverles la infancia que les ha sido arrebatada y de construir un futuro mejor para ellos. No podemos cerrar los ojos ante su realidad. Debemos actuar con empatía, solidaridad y compromiso, para que ningún niño tenga que enfrentar la dureza de la vida en las calles y todos puedan disfrutar de una infancia llena de oportunidades y sueños por cumplir.